6 de abril de 2010

Españoles por el mundo

Resulta muy curioso el cambio en el poder del análisis cuando uno toma un punto de vista objetivo o, simplemente, elimina el punto de vista de la ecuación. Me explico:

Yo me crié en España toda mi vida y viví allí hasta los 21 años. Me crié en Madrid y Valladolid, y también viví en Málaga (al sur, para los que no lo conocen) y conozco bastante el norte (Cantabria y Euskadi principalmente). Después de eso, llegué a Ecuador.

Era gracioso e irónico, puesto que mientras que miles de ecuatorianos peleaban por llegar a España, mi familia y yo emigrábamos al país del meridiano cero. A contracorriente.

La llegada fue un cambio brusco, radical, sin anestesia. La ola de humedad, lo pintoresco de la arquitectura de la ciudad de Guayaquil, las camionetas destartaladas, los ruidosos taxis amarillos, el ritmo y el caos reinantes... Un mundo distinto.

Me llamó la atención que el español es muy bien recibido en el extranjero. Siempre se me ha tratado bien, y bromas aparte (no han faltado los clásicos "joder tío", "ostia chaval", etc) el trato general al español es bueno, abierto, divertido. Y eso en Ecuador, en México y en Panamá.

Me pregunto por qué el español en su tierra no da ese tipo de recibimiento al extranjero; especialmente al latino. Me pregunto por qué el español es grosero hacia otras razas o, simplemente, otras culturas, y también me pregunto por qué el trato depende del color de piel o del poder adquisitivo (porque conozco ecuatorianos blancos, adinerados, que no son mal tratados en España). Para mí, eso no es ley de vida, sino una puñetera mierda (ahí, si me disculpan,si va mi punto de vista).

Y es que la imagen del español promedio en el extranjero se deteriora con facilidad, se pierde entre gestos de prepotencia, actitudes poco meritorias y un extremo afán por llamar la atención (en ocasiones). No hablo de casos concretos; sé y me consta que muchos no son así, pero trato de tener y de dar la perspectiva más amplia posible.

Señores, España debería ser un gran país, pero un país no es un pedazo de tierra, edificios y paisajes. Un país es un grupo humano. Una nación es un cúmulo de seres que comparten vínculos, no una bandera ni un escudo.

Me siento orgulloso de nuestra patria, igual que me siento orgulloso de los éxitos deportivos de nuestras selecciones de fútbol y baloncesto, de Nadal y de Alonso, de nuestra comida, de nuestros monumentos y de nuestra cultura, pero lamento profundamente que no seamos más extrovertidos, más tolerantes, más amigos de nosotros mismos.

No es una crítica, sino más bien un punto de vista (si, lo se, es inevitable) lo más objetivo posible. No sé si lo he logrado, y espero que nadie se de por aludido. Y espero y deseo que si eres español, reflexiones; y que si no lo eres, nos entiendas, que también "las hemos pasao muy putas, ¡coño!"