15 de marzo de 2010

Una Meta

Pido disculpas por la demora en volver a publicar una entrada, pero realmente he estado bastante ocupado y me ha sido imposible encontrar un espacio de tiempo idóneo para escribir, como éste.

Tengo muchas noticias con respecto a mis planes para publicar mi primera novela. Antes de nada, sin embargo, quiero recalcar algo acerca de ésta, mi Opera Prima. Yo no lo escribí considerándome un escritor, sino como un muchacho que quiere contar una historia. Ni había estudiado para ser escritor, ni fue algo que había planeado durante mucho tiempo. Siempre me gustó escribir, pero nunca había escrito nada en serio. Por lo tanto, entiendo que tengo muchísimo por aprender en ese sentido; especialmente a documentarme bien, que es quizá la parte menos simple.

Por otro lado, creo que la obra en sí es buena, de hecho creo mucho en ella, y la escribí con devoción, determinación y persistencia. Y le tengo un especial cariño, como el que se suele tener por tu primer hijo.

Esta obra se titula como mi blog, "Amén".

Afortunadamente, ya está legalmente registrada, en España.

Ahora permíteme hablarte de una meta. Si vas por la calle y le preguntas a la gente que te cruzas: "¿Cuál es tu meta?", probablemente muchos tarden en contestar. Otros, no sabrán contestar. Y unos poquitos, contables con una mano, contestarán rápidamente. Te dirán su meta sin dudar ni un instante. Es muy posible que ese puñado esté haciendo con su vida lo que quiere, o lo que siempre quiso.

Quien tiene una meta es más feliz porque está sobreviviendo mejor. Sabe hacia dónde se dirige.

Ahora bien, uno puede preguntar: ¿Y por qué cuando se alcanza esa meta, no siempre se es feliz después de haberla logrado? Bueno, pues a lo mejor resulta que algo material no es la respuesta. ¿Seremos capaces de tener una meta que no sea material?

Mi respuesta favorita: La felicidad. Bien, no es material. Por lo tanto, no debería conllevar nada material la respuesta, ¿no? Quiero decir; si la felicidad no es material, lo que lleva a lograrla tampoco debería serlo...

Yo tengo una meta. Y no sólo es felicidad para mí, sino para muchos otros. Abundancia y prosperidad para todos; ésa es mi meta. Suena muy difícil, ¿verdad? Bueno, tengo esa meta, y por lo tanto, juego a lograrla.

Cualquier meta pro-felicidad, pro-supervivencia, que es placer a fin de cuentas, es muy válida. Y cuanto más grande y difícil sea la meta, más divertido es el juego para ganarla.